Es muy probable que usted o algún miembro de su familia ronque. Actualmente, las estadísticas afirman que al menos un 65% de hombres y un 40% de mujeres roncan.
Durante el sueño los músculos encargados de mantener permeable la vía respiratoria sufren una relajación. El paso del aire a nivel de la faringe se ve dificultado y como consecuencia, los tejidos blandos vibran produciendo el ronquido. Hay ocasiones en las que una falta de flujo de aire produce una caída de los niveles de oxígeno en la sangre. El cerebro se ve alertado por este descenso lo que produce numerosas interrupciones del sueño durante toda la noche.
Existen casos de ronquidos severos donde puede llegar a aparecer apnea obstructiva nocturna con implicaciones serias para la salud. En este síndrome, la entrada de aire aportada por la respiración no pasa de las vías aéreas superiores, pero el movimiento de los músculos del diafragma continúa. Esto ocurre durante el sueño y es el resultado del colapso u obstrucción total de las vías aéreas. El paciente se despierta con un ronquido más fuerte y enseguida vuelve a dormirse. Sin embargo, esto puede causar fragmentación del sueño, mala oxigenación celular y sensación de cansancio al día siguiente.
Hay características físicas (sobrepeso, oclusión dental comprometida…) y determinados hábitos que favorecen los ronquidos. Entre estos hábitos que producen una mayor relajación de los músculos y favorecen el ronquido está la ingesta de bebidas alcohólicas (el alcohol es un relajante muscular) el tabaco (que es un factor irritante) las digestiones pesadas o acostarse demasiado cansado.
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